Se acerca la hora, hoy toca no pegar ojo, levantarse temprano y ese vacío en el estómago. Y en la cabeza... ¿cómo estaré?, llevo mucho sin entrenar, me duele la rodilla, la zapatilla nueva me duele en el empeine, ¿hará viento?, ¿me hundiré?, ¿saldrá el flato?, ¿podré mantener ese sufrimiento (180 p/m) tanto tiempo?... ya no hay tiempo para pensar en todo eso, el pescao está vendío.
No paro de pensar en qué voy a pensar para mantener la motivación y cómo voy a saber si el ritmo que llevo es adecuado y cuándo me tomaré el gel y... no sé, ya nada tiene sentido, lo que sea que vaya a ocurrir ocurrirá.
Por más vueltas que le dé al plano de la carrera todo seguirá en su sitio mañana, la ligera subida de la rambla, las largas rectas de Almería, el kilómetro 10, el 15, el 20...
Nunca había corrido para conseguir algo, siempre ha sido por placer y para pasarlo bien y demostrarme a mí y a los demás lo que valgo y lo dispuesto que estoy a entregarme, pero esto de tener que hacer una marca para poder correr en Nueva York y tenerla ahí al alcance de la mano pero a la vez tan lejos es una presión a la que no me había enfrentado. Si, ya se que si no se puede no pasa nada y que se intenta el año que viene, o igual me toca una plaza en la lotería, pero es una cuestión personal, antes de ir a Nueva York tengo que hacer esa marca, porque si, es mi objetivo y tengo que hacerlo.
Bueno, ¡a por todas!
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